Actualmente, la enfermedad de Alzhéimer afecta a dos de cada diez mayores con 80 años. Si bien es cierto que este tipo de demencia posee un fuerte componente genético, diversos estudios prueban que modificar ciertos hábitos en nuestra vida cotidiana podría ayudar a prevenirlo o ralentizarlo. Conocer esto es muy importante cuando hablamos de cuidado de mayores. Y como no podía ser de otra manera, uno de estos hábitos tiene que ver con la actividad física. Así, la pregunta es: ¿puede el ejercicio físico frenar el alzhéimer?

La respuesta es sí, hasta el punto de que está demostrado que ser físicamente activo ralentiza e incluso corrige la evolución de muchas alteraciones cerebrales características del alzhéimer. La enfermedad de Alzhéimer afecta a 36 millones de personas en todo el mundo –de hecho, se estima que cada siete segundos se diagnostica un nuevo caso– Su prevalencia se duplica cada cinco años tras haber cumplido los 60.

Existen varias formas de prevenir esta dolencia, catalogada como la forma más frecuente de demencia senil: una forma sería seguir una saludable dieta mediterránea baja en lípidos o grasas, que impida que estas traspasen la barrera hematoencefálica de la circulación sanguínea y puedan afectar a la actividad cerebral y del sistema nervioso central, lo que podría ser una de las detonantes del Alzheimer. La otra es, precisamente, la actividad física, que previene la obesidad y la formación de indeseables tejidos grasos en nuestro cuerpo, que también podrían contribuir, con los años, al desencadenamiento de este síndrome, al fin y al cabo, caracterizado por la reproducción anormal de cadenas de proteínas sobre y en torno a las neuronas.

Las terapias alternativas, fundamentales para el cuidado de mayores con alzhéimer

Aunque el tratamiento farmacológico está encaminado a frenar la evolución de algunos de sus síntomas, lo cierto es que este no reduce ni mucho menos revierte de forma sustancial las alteraciones cognitivas ocasionadas. Algunos de los síntomas característicos del azlhéimer son:

Cambios de memoria que afectan a la vida cotidiana (olvidar información reciente). A medida que la enfermedad avanza, se irá perdiendo memoria cada vez más a corto plazo.

  • Dificultad para resolver problemas.
  • Dificultad para desempeñar tareas habituales y cotidianas, tales como comer, beber, vestirse, asearse, etc.
  • Desorientación.
  • Dificultad para comprender imágenes y relacionar objetos entre sí: es decir, lo que se conoce como memoria relacional.
  • Nuevos problemas en el lenguaje oral y escrito: aquí también acarrea consecuencias la pérdida de memoria relacional, hasta el punto de que la expresión del enfermo, incluso en su propia lengua materna, se hace mucho más difícil.
  • Colocar objetos fuera de su lugar habitual y ser incapaz de recuperarlos.
  • Disminución o falta de juicio para tomar decisiones (pérdida de capacidad ejecutiva).
  • Pérdida de iniciativa en el trabajo o actividades sociales.
  • Cambios en el humor o en la personalidad, llegando incluso a episodios de gran conflictividad y violencia.

Por ello, actualmente se impulsan terapias alternativas en el cuidado de mayores o de personas con alzhéimer, como la psicoterapia, la terapia cognitiva y el ejercicio físico. La propia OMS (Organización Mundial de la Salid) confirma que 150 minutos a la semana de ejercicio físico moderado mejoran la estructura y el funcionamiento de nuestro cerebro. También se impulsa a los enfermos de Alzheimer a leer varias horas al día, puesto que resulta beneficioso para la actividad sináptica neuronal, y retrasa de por sí los efectos del síndrome.

Un estudio publicado recientemente en la revista Mayo Clinic Proceedings analizó el riesgo de padecer alzhéimer en base a la actividad física realizada en los años previos en 23345 personas mayores de entre 70 y 80 años. En dicha investigación se demostró que aquellas personas que habían sido físicamente activas durante los 5 años previos tuvieron una posibilidad de desarrollar alzhéimer un 40% menor en comparación con las personas sedentarias.

Para ello, se ejercitan diversas áreas fundamentales para la persona que padece este síndrome neurodegenerativo:

  • Equilibrio. En este tipo de ejercicios, se precisa concentración y atención en grado sumo, lo que obviamente conlleva efectos beneficiosos para la actividad neurológica del enfermo.
  • Noción del espacio. Aquí, el paciente debe llevar a cabo una secuencia de tareas relacionadas con la percepción de su espacio y memorizarlas.
  • Fuerza y agilidad. Son ejercicios específicos que han de estimular el cálculo y la concentración y comprensión del lenguaje.
  • Propiocepción. Son ejercicios que estimulan la capacidad ejecutiva y la percepción de sí mismo y del entorno.

Como expertos en el cuidado de mayores en Madrid, recomendamos que nuestros mayores realicen actividad física por estos y otros muchos beneficios.